La enseñanza debe ser experiencial

 

Experiencia

Por: Yudy Ortiz

Terapeuta Ocupacional 

Jardín Mapolapala

Existen diferentes formas de enseñar, unas innovadoras, otras creativas, y otras inapropiadas de acuerdo a las necesidades que exige el mundo globalizado de hoy. No obstante, si yo tuviera que elegir una, me quedaría con la enseñanza experiencial, porque es un proceso que produce cambios neuronales muy positivos en el cerebro de los niños, dado que les permite explorar experiencias nuevas de manera constante.

Por lo tanto, cuando los niños desarrollan acciones sensoriales, motrices o perceptuales, es indispensable que sean motivantes para ellos, porque una vez que las realicen, y las repitan, lograrán fortalecer redes neuronales nuevas que acompañan a los seres humanos a lo largo de toda la vida.

Subir y bajar el rodadero del parque, escalar un muro, o columpiarse, son actividades que generan en los niños sensaciones de tipo táctil, vestibular y propioceptivo, que les permiten desarrollar su coordinación, equilibrio y consciencia corporal, y además, desarrollar las habilidades motrices necesarias para aprendizajes posteriores como la escritura.

La intensidad y frecuencia de la experiencia crea cambios en nuestro cerebro gracias a la plasticidad cerebral, dando respuestas adaptativas a nuestro medio en forma de conducta, pensamiento y lenguaje, lo que genera que los niños se acerquen al aprendizaje de una manera distinta, pero sobre todo interesante y vivencial.

Brindar este tipo de experiencias dentro del contexto escolar es vital para acompañar el desarrollo del niño, porque se activan canales sensoriales muy importantes: táctil, propioceptivo, vestibular, gustativo, olfativo, auditivo y visual, generando sensaciones que son registradas por los receptores de nuestro cuerpo, procesadas y organizadas en el cerebro.

Pero los beneficios no paran ahí. El sistema nervioso de un niño se puede nutrir a través de experiencias sensoriales, dado que permite crear circuitos neuronales nuevos y fortalecerlos, lo que garantiza que se pueda desempeñar de forma organizada en las tareas de la vida diaria.  Si el niño no vive experiencias sensoriales, es muy seguro que presente dificultad en el procesamiento sensorial, producto de una organización ineficiente de la recepción de las señales que recibe.

 El etólogo estadunidense Gordon Burghardt, asegura que “el juego puede ser un camino a través del cual los entornos aumentan el desarrollo neural, este debe brindar un ambiente enriquecido, ser motivante para el niño, agradable, espontáneo y estar acompañado del reto justo, generando así nuevos aprendizajes”.

La curiosidad es el motor del conocimiento, y ese conocimiento se puede adquirir de muchas formas, yo me quedo con la enseñanza experiencial, porque es la que recordamos con más emoción.